21/3/06

Los conflictos de intereses en la guerra de la insulina Dolor de páncreas

Parece un debate técnico sobre el bienestar de los diabéticos. Pero tras bambalinas, el negocio farmacéutico muestra su cara más oscura. En la pugna por controlar mercados, abundan las ofertas de viajes a los médicos, auspicios, seminarios, lápices y tazas. Todo vale.

A principios de febrero estalló la guerra.

La prensa publicó que el laboratorio Eli Lilly había interpuesto una demanda ante el Tribunal de Compras Públicas por supuestas irregularidades en la licitación de más de un millón de dosis de insulina por parte del Ministerio de Salud. El blanco de la farmacéutica norteamericana era el laboratorio indio Wockhardt, ahora el cuarto productor mundial del fármaco.

Los estadounidenses no sólo temen el ingreso de los asiáticos a Chile, sino, sobre todo, que esto les abra la puerta de otros mercados, como Brasil y México (séptimo y octavo en el mundo, respectivamente), que juntos suman más de diez millones de enfermos de diabetes.

En Brasil se sigue de cerca lo que pasa en Chile. En marzo, esa nación debe definir el proceso de licitación de insulinas que tiene en competencia a los mismos laboratorios, viejos conocidos de batallas similares en otros mercados. Por eso, éste es una especie de país piloto para Wockhardt. Es decir, si acá se cuestiona el fármaco, eso podría repercutir en su expansión en esos dos mercados, en los que ha realizado ya inversiones considerables.

La controversia local despertó la inquietud de las autoridades sanitarias brasileñas, quienes se comunicaron con el Instituto de Salud Pública (ISP) para confirmar si los cuestionamientos a la insulina tenían asidero.

En Chile hay quienes aseguran que el fármaco indio no cuenta con suficientes estudios de calidad, materia que definirán los organismos competentes. También hay otros, como el Gobierno, médicos y pacientes, que dicen lo contrario.

Algo más que exceso de azúcar

Pero esto no es sólo una controversia técnica sobre el producto que mantiene funcionando el cuerpo de millones de personas que padecen diabetes, enfermedad que se produce cuando el páncreas no produce suficiente insulina y la glucosa por la sangre se desboca. Es una enfermedad crónica, de origen tanto genético como del tipo de vida sedentaria que la modernidad nos impuso. El negocio de la insulina es redondo, pues para un creciente número de personas, es un consumo obligado y perpetuo.

Detrás de esto, obviamente hay una historia de poder, intereses comerciales y, a veces, políticos. Están en juego 30 mil chilenos que necesitan de la insulina para vivir. Pero también las relaciones entre los médicos y los laboratorios. Y, por cierto, miles de millones de dólares.

Todos los participantes saben que en la India, el país con más enfermos de diabetes (35,5 millones), Wockhardt irrumpió en el mercado en 2003 con Wosulin a menos de la mitad del precio de su competencia. Esta irrupción motivó que tanto Eli Lilly como NovoNordisk, la empresa danesa que lidera las ventas mundiales, se vieran obligadas a bajar sus precios entre 30 y 40 por ciento, sin denunciar allá reacciones secundarias ni daños colaterales a los pacientes como los que se acusan aquí.

Con Wosulin, Wockhardt se propone disputar los mercados grandes, especialmente de Europa y Estados Unidos, a los tres grandes de este exclusivo club farmacéutico (NovoNordisk, Eli Lilly y la francesa Aventis).

La diabetes, una creciente epidemia mundial, es un mercado que se espera alcance 200 millones de personas en 2007, por un valor de 8.000 millones de dólares, de los cuales Europa y Estados Unidos representan más de 70 por ciento, en valores comerciales.

¿Te ofrezco una notita?

Es cierto. La prensa fue la primera en ventilar la acción judicial de Eli Lilly en Chile. La noticia se hizo llegar a las máquinas de los periodistas en forma de una denuncia sobre presuntas irregularidades en la adjudicación de 79.066 dosis de la insulina cristalina “humana” y de 1.137.401 dosis de insulina retardada NPH, cuyo nombre comercial es Wosulin. Ambas son manipulaciones genéticas, destinadas a reemplazar a las insulinas tradicionales, de origen animal.

El laboratorio Eli Lilly declaró en ese momento que el representante de Wosulin en Chile, Pentafarma, no había presentado estudios de calidad propios “sino que de un producto biotecnológico similar como es Humulin, que es de Eli Lilly, lo que es científicamente inaplicable y viola la confidencialidad de nuestros propios análisis. Además es información específica para nuestra insulina”.

De esta manera se puso en jaque al sistema de licitaciones del Ministerio de Salud, la calidad técnica del Instituto de Salud Pública y la seriedad de la comisión asesora de este último organismo.

Así también se instaló el tema en la opinión pública.

La defensa de Wockhardt ha estado centrada en la efectividad del fármaco. “Creo que dejamos bien claro que la calidad de los productos de Wockhardt es equivalente y reconocida por la farmacopea norteamericana y europea y por lo tanto cumple con todos los requisitos que se le exige a cualquier insulina que se comercialice a nivel mundial”, dijo el gerente general de Pentafarma, Peter Endler, quien subrayó que estos requisitos “no se requieren para comercializar el producto, pues no lo exige la legislación sanitaria”.

Dinesh Dua, presidente de Biotechnology Wockhardt, viajó desde la India hasta Chile esta semana para defender el fármaco y se refirió en duros términos a la competencia. “Esta polémica no nos extraña. Esto es algo que hemos enfrentado cada vez que entramos a un país, y lo seguiremos sufriendo cuando tengamos registro en Europa y Estados Unidos, porque las grandes compañías farmacéuticas, cuyos precios son exorbitantes y obscenos, han hecho de todo para bloquear y frenar nuestro ingreso a cualquier mercado, pero no lo lograrán”.

Estas palabras respaldaron la idea de una “guerra entre laboratorios”, una teoría que se había deslizado días antes, cuando el propio Presidente Ricardo Lagos atribuyó a la “competencia del mercado”, el desprestigio del que estaba siendo objeto Wosulin.

Consultado por LND, un importante facultativo de un hospital público capitalino confesó que no le cabe duda que aquí hay una contienda económica. “Personalmente he visto a visitadores médicos de laboratorios en los pasillos de la unidad de diabetes hablando mal de la insulina india. Y aunque esto es común, se ha vuelto una práctica más agresiva en los últimos días”.

Un millón de dudas

Las críticas a la insulina india también vinieron desde Concepción, cuando la alcaldesa Jacqueline van Rysselberghe, dijo conocer efectos adversos en tres personas y presentó un recurso judicial para paralizar su distribución en el sistema público, rechazado el viernes 17 por la Corte de Apelaciones de Santiago.

El fallo dio así la razón al vapuleado ministro de Salud, Pedro García, quien había advertido que el recurso de la alcaldesa era una pérdida de tiempo y de recursos.

“Yo sé diferenciar las cosas y veo esta situación desde el punto de vista de los pacientes. Yo creo que hubo una sobrerreacción de una alcaldesa y eso se aclara como corresponde. Y el resultado del ISP sobre los frascos de la insulina en Concepción demostró que ésta estaba en una total normalidad”, dijo por su parte el director del Servicio de Salud Occidente, Enrique Ayarza, quien comentó que, por ejemplo, el Hospital San Juan de Dios ha entregado Wosulin a cerca de cuatro mil pacientes y ninguno ha mostrado una reacción desfavorable.

Hay quienes van más allá e indican que las acciones emprendidas por Van Rysselberghe sólo tenían una intención política para lograr posicionar su “rostro” al interior de su partido (UDI) y frente a la opinión pública.

Un médico de la Octava Región dijo a LND que antes que estallara el conflicto el doctor Carlos Grant, una eminencia en diabetes, comenzó a hablar mal de la insulina india.

El 22 de agosto de 2005, el doctor Grant afirmó en una entrevista al diario “El Sur” que no se sabía si los medicamentos indios “son tóxicamente seguros”. En la entrevista también dijo conocer antecedentes que presentó la empresa farmacéutica a favor de la insulina Wosulin, en los cuales se analiza a 60 ratas durante 28 días “y en ellas se compara la insulina internacional con la india y se concluye que son iguales”.

“No se puede concebir que una enfermedad como la diabetes se mida con simples estudios hechos con ratitas” afirmó.

En septiembre del año pasado, el doctor Grant viajó a Grecia invitado a un seminario por NovoNordisk, uno de los laboratorios que junto a Eli Lilly perdió la licitación pública frente a la insulina india.

El doctor Grant consultado por LND dijo: “Es cierto. No puedo negar que he sido auspiciado por NovoNordisk en mi viaje a Grecia. Y mañana seré auspiciado por otra empresa quizás. Pero esto no quiere decir nada. Jamás he tenido conflicto de intereses. Ni yo ni ninguno de los médicos que conozco nos vendemos a las empresas. No sé por qué me señalan a mí. ¿Alguien le ha consultado a los otros 30 médicos chilenos que viajaron? ¿Quién los auspició?”.

También la Sociedad Chilena de Endocrinología y Diabetes (Sochem) cuestionó la falta de estudios clínicos del producto. La Sochem ha realizado una serie de seminarios y cursos auspiciados por los más grandes laboratorios de insulinas del mundo, como Ely Lilly y NovoNordisk.

Sergio Majlis, tesorero del gremio, dijo a LND que no hay relación entre estos auspicios y la utilización de un medicamento u otro. “Los médicos tienen toda la libertad de recetar las insulinas. No hay ninguna relación económica del médico con el laboratorio, ni premios adicionales ni nada”, aseguró.

¡Por favor, eso no pasa en Chile!

Las relaciones entre farmacéuticas y médicos no son nuevas en el mundo. Ello no quiere decir que los médicos no puedan mantener su autonomía y libertad, pero sí se establecen conflictos de intereses que en Chile no están regulados.

El presidente del Colegio Médico, Juan Luis Castro, fue tajante: “Aquí en Chile no existen presiones a los médicos. No hay presiones ni intereses de otros laboratorios. Las discusiones por temas comerciales son problema de ellos. Nosotros estamos ajenos a este tipo de cosas. Somos un organismo independiente preocupado nada más que por la salud de la población”.

Sin embargo, y al margen de este caso en particular (insulinas), tanto médicos chilenos como ex visitadores de laboratorios admiten que la industria realiza donaciones de todo tipo que pueden poner en cuestión la independencia de los facultativos.

“Nos entregan una lista de médicos que a las compañías les interesan. Los tienen rankeados. Nuestro objetivo es convencerlos de que recete nuestro producto. ¿Cómo se les convence? Dándoles a conocer el fármaco y además, con regalos. Estos van desde lápices y vasos con el logo del laboratorio hasta muebles y viajes al extranjero. Además todo tipo de auspicios”, dice un ex visitador médico de un reconocido laboratorio que pide ocultar su identidad.

El joven dice que el objetivo es hacerle sentir a esos médicos todo lo que han hecho por ellos, especialmente si siguen sin recetar lo suficiente su producto. Esta es información confidencial, agrega, pero han logrado penetrar el sistema a través de empresas externas que les venden listas completas de las prescripciones vendidas en las farmacias.

El profesional indica que “muchas veces son los propios médicos los que solicitan regalos. Quieren ir a un congreso en el extranjero y te piden que les digas al laboratorio que los invite. Esos médicos saben que si piden algo, tendrán luego que retribuir ese favor, porque el laboratorio así también lo entiende. Otros se mantienen firmes. Todo depende del médico y uno se da cuenta de eso de inmediato”, dice.

Otra visitadora médica señaló a LND que se sorprendió con la respuesta que le dio un día un facultativo. “Yo le ofrecí un remedio de mi laboratorio y él me dijo. ‘¡Cómo quiere que recete el suyo si otro laboratorio me amobló completa la oficina!’ ”.

En una publicación, el prestigioso cardiólogo Alexis Lama plantea su inquietud por los conflictos de intereses que generan las donaciones. “...Una forma común es a través de regalos que pueden ser pequeños y de poco valor, tales como lápices, llaveros, linternas tipo lápiz, calendarios, tazas, etc, generalmente con el nombre impreso de la empresa o de uno de sus productos. Hay regalos un poco más valiosos, como estetoscopios, subscripciones a revistas, juegos de CD, teléfonos celulares, máquinas de fax, radios, cámaras, boletos para eventos culturales, deportivos, gastronómicos, pasajes aéreos, etc.”, dice Lama.

Lama piensa que las suspicacias acabarían si se impide a los médicos aceptar obsequios, como está establecido en Francia, por ejemplo, por el Código Sanitario y el Código Deontológico del Consejo Nacional Médico, que prohíben a los médicos recibir regalos o beneficios de más de 30 euros, sancionando las infracciones con una multa de hasta 75.000 euros y dos años de prisión.

Sin embargo, los “presentes” recibidos por los médicos aún no son rechazados institucionalmente en Chile.

Una práctica que a Hipócrates se le olvidó mencionar. LND

*Colaboración de Katerinne Pavez.


Saludos Cordiales

Dr. José Manuel Ferrer Guerra

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